domingo, diciembre 30

La que tiembla con el frío


















Soy yo esa mujer que camina junto a mí,
la que me toma de la mano para cruzar
el tránsito nocturno de mi llanto.

Soy esa misma que se dobla de dolor frente al espejo
que cuaja sus dudas en un recipiente de vidrio
y lo refrigera para poder salir a trabajar.

Aquella que no soporta el ruido y tampoco los silencios,
la que teme a la oscuridad y se cobija con su insomnio.
 
Esa que no perdona el colorete ni el perfume.
La que tiembla con el frío.
La que busca un refugio aún con la fortaleza de sus gestos.

(Inventario VI)








VI

Soy la sinsueño, quien olvida dormir de cuando en cuando. La que calla ante la noche y se queda con un ápice de fantasía… esa que se fragua entre parpadeo y parpadeo. Si fuese un cuento no pasaría de la primera frase “Érase una vez…” ¿qué cosa? ¿Un príncipe, una princesa? ¿Un ser mitológico, un dragón alado, un unicornio? ¿En una galaxia o un reino lejano? Habitar la dimensión de los sinmuerte. Renguear en las mañanas para convivir con la gente. Acallar las voces que susurran al oído y… funcionar, medianamente. 

(Inventario)



























X




¿por qué no acepto esta realidad?
¿por qué sufro y me martirizo
con los espectros de las fantasías?
Alejandra Pizarnk.


Se me escapa un año más en la certidumbre que me abraza. Ni canon ni estampa. Soy la mujer que no es, que se escapa. La que no cumple con la norma y no por rebeldía. ¿Por qué no puedo ir de compras, combinar mi ropa y pintar mis uñas? ¿Por qué vivo la vida en un mundo que no existe? ¿Por qué voy contracorriente, en contra de la naturaleza social que me señala? Soy la sinsueño, la que llora, la que incita a la muerte, la que permanece en silencio horas enteras y charla a menudo con la locura de su ser. ¿Será que un día terminé este andar sin rumbo, la cantata de mi terrible suerte?

sábado, diciembre 29

Escapes













Todos mis diablos
se enumeran de antaño,
en un momento olvidado.

No aprendí a decirle adiós a los dolores,
sino a guardarlos en la conciencia
en lo profundo de la mente,
donde duelen cada día
y actúan con más determinación
que la voluntad de ahora de mis 30 años.

Escapé de la costa
del ruido de las olas
y del salitre que viven en el aire
pero nunca
ni un poco
escapé de mi pasado,
de mi linaje marino
y mis fallas náuticas. 

miércoles, diciembre 26

Nada que decir














Para JM y LR


Recibo noticias de gente que muere  antes de año nuevo.
Nunca sé qué decir en estos casos.
“La muerte es lo más natural del mundo”, pienso.
Y recuerdo un poema de Pedro Juan Gutiérrez.
Ya no escucho el relato triste 
y siento La Habana por todo el cuerpo.
Mejor no debería decirse nada,
a veces los silencios ayudan más que las palabras. 

Siglo xxi

















Camino a diario entre los muertos,
entre agonizantes y enfermos terminales.

Deambulo en los pasillos de un largo hospital
donde el dolor ha dejado de sentirse
y el llanto inconforme de los vivos
no tiene eco.

Mi refugio es un gélido inframundo
más allá de toda retórica festiva
lejos de cercanías mediáticas,
de voces,
de gente,
de espacios abiertos…
ese es  mi rumbo,
como para olvidar todo lo que aún existe. 

Reacciones secundarias












Solicito amor placebo para curar dolores crónicos de la memoria;
para ayudar al deterioro selectivo de los recuerdos.
Deberá presentarse en ayunas,
sin previa ingesta de píldoras para la labia
o haber padecido interesantismo en los últimos 5 años.

Que posibilite la pretensión alegre de postal renacentista.
Que posea el don del encanto (para contrarrestar mi desencanto).
Que garantice mi credulidad con blindaje en sus mentiras.

Sin reacciones secundarias como apegos y falsas esperanzas.
Solicito amor placebo
para delicada extirpación de nostalgias necrosadas. 

martes, diciembre 25

baños públicos




















Gente que se suicida en los baños públicos
y sale a pie,
llevando consigo muertes que nadie percibe.
Gente que se muere de silencios,
de sol, de sombras, de distancia.
Gente sin nada que decir.
Gente que no es árbol
y no tiene raíz, ni ramas, ni hojas, ni aire atorado por el cuerpo.

Hábitat












Habito en un mundo en donde está sobrevaluada la alegría,
la existencia;
donde se condena la nostalgia y la falta de sonrisas.

Provengo de una sociedad que me acorrala
e insiste en verme feliz con todo lo que ello implica:
Ser madre, tener marido, lavar los trastes,
saber guisar,
ser bonita (o por lo menos delgada),
conseguir un trabajo y tener vida social.

Donde los insomnes son los extraños
y el llanto se combate con ansiolíticos.

Donde la vida se prolonga más allá de lo digno soportable,
los suicidas se tienen por cobardes
y los poco apasionados como norma de este plano.

Pertenezco  a un hábitat
cuyos valores no figuran en la escala de mi exitómetro,
donde muchos quieren hallar cura para mi melancolía. 

jueves, diciembre 20

Latidos













Quiero ser un latido,
la fuerza de la diástole
y sístole de un parpadeo
el aire que detiene las hojas en el vacío.

Sueño con deshabitar el alma
y migrar hacia el sur de la conciencia
donde moran todas las respuestas,
donde el silencio es una melódica armonía.

¿Es la vida un conjunto de oquedades,
de preguntas sin misterio ni resolución?
¿una utopía,
la broma pesada de un titán,
la rapsodia interminable de todas las galaxias?

Mi cuerpo

















Mi cuerpo
es el pergamino de todos mis dolores quemantes,
[punzantes]
sus heridas,
la redención de mis culpas,
de mis fallecidos que siguen penando.
He de dibujarle cada parcialidad de este llanto.
He de reescribirlo todas las veces
hasta convertirlo en un libro
donde se lean todas mis muertes.

Martín Santomé



















¿Desde cuándo los lunes se han convertido en una esperanza
en el bálsamo del silencio continuo de los domingos hirientes?
Releo La Tregua en una tarde
y comparto el desencanto de Santomé
deshojado por el tiempo
a la espera de la muerte.
Martina, habría de ser mi nombre:
También odio los domingos,
y si he de suicidarme,
será uno de esos días. 

lunes, diciembre 10

Inventarios


IV






No sufro porque sufro. Sufro porque lloro, lloro porque sí. No existo porque existo, existo porque lloro, porque no. No invento mi lenguaje porque quiero, lo invento porque pienso. No pienso porque sepa, sé que pienso y eso duele mucho más. En la escalafonaria existencia de mis huesos, camina el alma carente de esqueleto, de sonidos y silencios. ¿Quién me jura que existo y pienso, que sufro y lloro, que lloro a mares? ¿Quién quiere un lagrimal sin fondo, un llanto desbocado que no conoce la palabra fin? Sólo los despiertos conocen las respuestas, esos los sinsueño que recorren descalzos cada madrugada. 





Disponible en audio:


http://soundcloud.com/ylla-kannter/inventarios-4













Llevo tu nombre en la punta de los dedos
en la suavidad de mis yemas de burguesa fingida,
de pueblerina engreída.
Ahí lo guardo para repasarlo con mi sombra
en la comisura de mis labios,
en las noches de candela.

¿Dónde quedará la tinta que no es,
el tiempo que no existe,
tu nombre impronunciable?

En la punta de mis dedos
─siempre─
para unificarse con plegarias,
para arrullar a los silencios
y recostar a mis insomnios.


sábado, diciembre 8

Fórmula 1












Caminas entre los autos,
escuchas el claxon de quienes te cantan groserías;
no te importa,
sigues el mismo sendero
con la vista gacha,
quisieras volverte auto y correr en la Fórmula 1.

Vivir

















Personalizar los días con moños y sonrisas.
Bautizarlos con agua de lluvia y nombres inventados.
Hacerlos propios con un tatuaje soleado.
Vivir cada segundo como si fuera propio,
como si el tiempo pudiera asirse.
Cantarles una canción de cuna cuando llega la noche,
arroparlos con plegarias que nadie escucha.
Vivirlos.
Joderlos.
Amarlos.
Regalarles flores después de la golpiza
y despertar de nuevo
para darle batalla al día siguiente.