jueves, septiembre 28

Cuerpos en red

I

Miro el rostro de la mujer, la que no está. La del cuerpo decapitado. Decapitado. Decapitado. Sí. Una palabra que por sí misma es sádica y cruel. Y me la repito constantemente para tratar de entender la naturaleza de ese hecho. Y veo las fotos que circulan en redes sociales. Observo los reclamos de justicia que se ilustran con su sonrisa. La foto de esa mujer y su enorme sonrisa enmarca la imposibilidad de la imaginación para suponer una muerte tan atroz.

Las primeras noticias que circularon sobre su caso dejaban ver un cuerpo violentado y tirado entre la maleza de un lugar envilecido por su victimario. Y la certeza de su ausencia. De ese cuerpo que ya no estaba completo, que no era uno, que no se movía, que dejó de existir… un cuerpo ausente se veía en la red. Y en su ausencia la presencia de su recuerdo, de la sonoridad de su carcajada aunque jamás la hayamos escuchado.

Ahí estaba y no, su cuerpo. En cada comentario, en las noticias, en los reclamos de justicia, en el recuerdo de su familia, en el hueco que dejó en su trabajo, en el asiento vacío del auto que no manejará nunca más. En la cama sin ella. En el arrullo sin ella. En las posibilidades que ya no tiene y que se dibujaron claramente cuando la asesinaron.

Es así que ausencias y presencias tienen una forma distinta de configurarse desde el momento en que existe esta “caja mágica” que es la mirada de todos y de ninguno, la ventana que nos permite ver y al mismo tiempo dejar de hacerlo sin ser vistos. Siempre hay cuerpos en la red. Y voces y presencias, pero también ausencias, silencios, miradas. Ahí está el primer cuerpo que señalo en la red.