Niña
caustica,
manantial
erizo…
lloras
por la muerte de abuelo.
Él
ha muerto.
Lo
mató la creciente,
el
derrumbe,
el
orgullo,
los
años.
–Abuelo
ha muerto–.
Le
dices a tus hermanas,
a
las hermanas de tu padre;
a
la abuela.
Descubres
que el eco también ha muerto.
No
escuchas tu propia voz y piensas en su carne que ya no es,
en
la sustancia, en el recuerdo de la infancia,
en
la foto vieja de cuando eras la nieta de revista.
–Abuelo
ha muerto–.
Te
dices.
Y
los árboles de mango,
la
yuca,
las
iguanas...
Niña
caustica,
a
ti la muerte también te arrasa.