Sobre la banalidad de la sonrisa
“Señor, la jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas.
Señor, la jaula se ha vuelto pájaro
¿Qué haré con el miedo?
[Alejandra Pizarnik].
Es sabido que el llanto
no está visto, que causa, no poca sino mucha, incomodidad. La cultura imperante
relega el llanto a espacios privados por diversas razones, ya sea por
considerarse señal de vulnerabilidad, de mal gusto, de exhibicionismo malsano,
o, simplemente, porque es un recordatorio de que el cuerpo es más que un trozo
de carne. Las razones son diversas y se tornan complejas a medida que se les
intenta explicar; cada cual que decide adoptar estas ideas sobre el llanto o la
emotividad tiene una interpretación particular pero parten, todos, de una idea
común: el llanto, la emotividad son motivo de vergüenza.
La sociedad moderna
cuenta con serios artilugios para lograr este ocultamiento pero hay ocasiones
en el que el llanto se escapa, se resbala y abre su camino hacia lo público.
Cuando eso pasa, cuando
el llanto ocupa un lugar protagónico en el día a día, la sociedad, en su
obsesiva compulsión por nombrar y condenar lo incómodo, inventa y utiliza un
término que engloba lo no normal sobre el protagonismo del llanto. Y es así que
nace el sustantivo depresión.
Se acuña el término y se
persigue de oficio el mal, para curarlo, erradicarlo. Todo llanto no contenido se
etiqueta para posterior tratamiento médico.
¿Y si sólo existieran
lugares para poder llorar? Si el llanto es ya, en sí, síntoma y tratamiento,
quizá la solución sea dejarlo correr. Abrir las compuertas del llanto y llorar
a lágrima viva, como decía Oliverio Girondo. Si eso fuera posible o estuviera “bien
visto”, seguramente la medicina para la “normalización” sería menos popular.
¿Y en las redes? Ahí la
normalización de la eterna sonrisa y la represión de la tristeza son aún mayores.
El paseo por las redes
es la visitación de un teatro de máscaras donde el sol brilla siempre, todo
está bien, la sonrisa y el éxito de cada actor es eterna. ¡Viva la sonrisa
eterna! ¡Viva el sol deslumbrante que irradia cada instantánea!
Pero la realidad es
otra, seguramente; porque cuesta trabajo creer que siempre otros están bien, o,
peor aún, que aquel que deja su llanto fluir sea el único que no entiende qué
cosa es la felicidad.
¿Qué será la felicidad? No
hay quien lo sepa; pero el mundo entero en redes cree poseerla. En cambio, el
cuerpo enfermo se hace consciente de su carencia y sufre más. Y, además, un
cuerpo enfermo siempre es relegado. Se larga con sus dolencias a una parte
donde no estorbe. El llanto es la nueva lepra.