Tumbado en el sofá
con el pecho expuesto
y mis senos prontos
de caricias.
Santifico su palma
con la cruz de mi aliento…
Me bendice con el vino de su cuerpo.
Ingiero el pan: su sexo
(con toda su espesura)
El cáliz de mi vientre
se exalta con el fruto del deseo.
El santísimo se torna,
ahora, en el amor más diáfano,
el que se purifica con el fuego.
1 comentario:
Mientras el placer de redactar se muta con la intimidad de imaginar y el anhelo de sentir, el erotismo se sirve cálido en vaso de cristal y los ojos se posan sobre las letras que en su esencia forman una figura cuasi celestial, tan real como la mente lo alcance a dibujar...
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