Un escorpión moderno, se cruza,
tropieza con las piernas
de una medusa , eterna, sin remedio.
Concilia las leyes de las bestias; se aman.
Se vuelcan entre matorrales recios
y embestidas crueles;
se tocan.
La medusa sabe el sortilegio lanzado,
se imagina en su lecho perpetuo,
en el último de sus recuerdos;
se pierden.
Para no volver a esta imaginación sedienta
de venenos elocuentes,
tal vez sin correctivo.
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