Una mujer me carga, me lleva de la mano
me incita a vivir entre sus muslos;
cosecha mi llanto, riega sus risas en mi pecho.
Una mujer me dibuja con sus besos,
con cada caricia, con el aroma de sus senos,
con su cama revuelta y sus mantas en mi cuerpo.
Una mujer me toca, con la melodía de sus manos
y su voz en la penumbra, donde no la distingo pero
la sigo de memoria…
su saliva se hace miel en esa región que se endurece
con su aliento…
y la desdibujo de mi mente en cada mañana
para confundirla conmigo, con todo,
con el universo repleto de sabores
que me recuerdan sus labios,
esos que se arrojan al vacío en cada entrega.
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