Mi querido Mr. Hyde:
“Esta que soy, es otra.
Y esa otra se desdobla,
se escapa de lo mundano
para habitar su propio llanto”.
[Aída Chacón].
La que suscribe, querido
lector, tiene una terrible confesión que hacerle. Yo no soy yo. De hecho, creo
que jamás lo he sido. Yo siempre resulto ser otra y esa otra siempre cambia.
Quizá, querido Mr. Hyde (que no es más que otra forma de llamar a mi
alteridad), yo ni siquiera tenga idea de quién soy; y mucho menos qué hago
aquí, en una virtualidad que no entiendo y a la que no pertenezco. ¿De dónde es
que vengo?, ¿tal vez del mar? Sin embargo, tengo la sensación de que nada de
eso importa. El mundo se saldrá con la suya y no tendrá el incómodo rol de
testigo de mi llanto.
Yo sé, querido Mr. Hyde,
que usted debe atravesar la ciudad entera con el rictus de la seriedad (su
furiosidad no le permite una gran variedad de máscaras), cuando lo único que
quiere hacer es gritar en medio del camino, de la multitud, durante el
almuerzo, en la cama, cuando se ducha, cuando se alcanza a mirar en algún
reflejo; pero aún con todo eso, puede sentirse protegido. Yo, Mr. Hyde, lo
estoy protegiendo.
La medicina es lenta,
tal vez usted quede apaciguado en un tiempo, después de meses de tratamiento. No
crea que lo olvido, nunca lo olvido. Yo lo estoy protegiendo; pero sé, tengo
esa certeza, que lo volveré a ver; no importa cuanta normalidad me exiga el Facebook
lleno de caras felices y frases de motivación, usted siempre será parte de mí;
aunque no tenga claro quién soy.
Con un furioso afecto
envuelto en llanto, yo, que soy también esa otra y usted y todos.
1 comentario:
La metáfora es precisa, pero me llena mucho más el corazón leer las otras que aparecen. Todos somos otros, y el mismo. Me hace sentir hasta la lágrima el llorar de Hyde.
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