A veces
me despierto en las madrugadas
y me
desnudo como un acto de rebeldía contra el frío.
Me
tiendo en la sala y cierro los ojos;
siento
el sereno,
que
se cuela por los resquicios de las ventas e inunda toda la casa,
caer
ligero sobre mi pubis;
todas
las parvadas de tus aves-lengua se posan en mi ombligo
para
contemplar el amanecer,
a revolotear
entre el recuerdo y la piel.
El alfabeto
de tus dedos dibuja todos mis nombres en la espalda
para
conjurar al oriente entre tus brazos.
A esas
alturas busco un retorno para echarte del ensueño
y
seguir el idilio con el sereno,
pero
es imposible
tu aroma
lo tengo alojado en cada poro
y me
he vuelto tuya tanto como eres mío justo ahora:
con el
albor encima y tu aliento imaginario cerca de mi espalda.
[Agosto 6, 05:20]
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