Él acaricio
mi cabello
—el poco que ahora tengo—
Sonrió
quiso
aplacar mis mechones rebeldes,
desordenados.
Los cuervos no se
peinan
—dije, devorando
sus ojos con los míos—
Se tocan.
Se pierde el
sentido entre sus plumas.
Se persiguen de
noche
bajo las sábanas.
Se embriaga el
alma con sus besos.
Se les canta en
las madrugadas.
Los cuervos no se
abandonan,
No se enjaulan;
se van cuando les
plazca.
[agosto
3, 15:00]
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