Te supongo en esa esquina, esperando,
―esperándome―
Matas el tiempo con tu ipod,
caminas de un lado a otro de la acera.
Te sé,
―de memoria―
cada gesto;
noto cómo pasas de la desesperación al enojo…
Y estoy tarde, atorada en el tránsito,
separada de ti como por designios
inexplicables
―señales, pienso―
porque cada que te busco algo pasa
sin saber cómo, te me vas perdiendo entre la
vida.
Allá,
tu rostro,
tus manos que fueron mías,
tu sexo que fue refugio muchas noches.
Acá,
mis recuerdos que dejan el corazón como
Hiroshima
y yo,
incapaz de elegirte
de tomar una decisión y respirarte,
inmersa en el imaginario de tu rostro
y este llanto que me acompaña de vuelta a
casa.
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