Como por azares o designios, aún no lo determino, hoy abrí
los ojos luego de un sueño profundo, con una determinación fija: dejar de lado mis
versos.
En aquel sueño veía moscas que reventaban en el aire. “Es el
calor”, me dije. Andaba por lugares descocidos y sentía la distensión de mis
músculos. El pecho, los muslos, la boca. Todo. Todo se escurría de mi esqueleto
a una velocidad inusitada. Pero mi paso seguía andando. Y me despojaba de todo,
me sentía en libertad. El aire se paseaba en mis costillas y sin saber cómo o
de qué manera, me refrescaba la conciencia. Muchas horas anduve, muchas
aves-esqueleto me acompañaron. Muchos cuervos se dibujaron en mis huesos y la
playa comenzó a gustarme.
Después de esto decidí alejarme un tiempo, quizá no más del
necesario, hacer una pausa y dejar de escribir poesía, si a esto se le puede
llamar así; pero volveré. Lo sé.
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