Te pregunto
si volverás de tu viaje.
Me
dices que sí y mencionas el día y la hora;
hago
una mueca en la oscuridad que seguramente no notas:
“hay
viajes de los que uno no vuelve del todo
aunque
regrese a su punto de origen”.
-te digo-
mi
pregunta velada era si volverás a mí después de tu viaje,
pero
no digo nada.
Me
quedo callada y pienso.
Suspiro.
Te
abrazo como para que sepas cuánto te quiero
para
aferrarme a tu aroma y quedármelo todo,
y
creer que no importa si te marchas mañana
-me miento-
desde
siempre me sé derrotada.
Desde el comienzo me supe vencida.
Lo sé porque es mi costumbre:
perder de la vida aquello que vale
quedarme con las manos vacías y el alma
cuarteada
pero
igual te quiero
y me acurruco en tus brazos
para esperar que el día nos llegue.
[junio 27, 03:00]
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