¿Desde
cuándo los lunes se han convertido en una esperanza
en
el bálsamo del silencio continuo de los domingos hirientes?
Releo
La Tregua en una tarde
y
comparto el desencanto de Santomé
deshojado
por el tiempo
a la espera de la
muerte.
Martina,
habría de ser mi nombre:
También odio los
domingos,
y si he de
suicidarme,
será uno de esos
días.
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