Camino a diario entre los muertos,
entre agonizantes y enfermos terminales.
Deambulo en los pasillos de un largo hospital
donde el dolor ha dejado de sentirse
y el llanto inconforme de los vivos
no tiene eco.
Mi refugio es un gélido inframundo
más allá de toda retórica festiva
lejos de cercanías mediáticas,
de voces,
de gente,
de espacios abiertos…
ese es mi rumbo,
como para olvidar todo lo que
aún existe.
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