Soy
yo esa mujer que camina junto a mí,
la
que me toma de la mano para cruzar
el
tránsito nocturno de mi llanto.
Soy
esa misma que se dobla de dolor frente al espejo
que
cuaja sus dudas en un recipiente de vidrio
y lo
refrigera para poder salir a trabajar.
Aquella
que no soporta el ruido y tampoco los silencios,
la
que teme a la oscuridad y se cobija con su insomnio.
Esa
que no perdona el colorete ni el perfume.
La
que tiembla con el frío.
La que busca un refugio aún con la fortaleza de
sus gestos.
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