Llorar
cada noche con su madrugada
─con todas las ganas─.
Llorar
porque sí
y por nada,
─quizás
por todo─.
Llorar
hasta secar mis aguas,
mis mares,
hasta matar esta fauna
que navega tan profundo.
Llorar
hasta pedir socorro
y no necesitar una barca.
Llorar
cada noche con su madrugada,
para empezar el día con un vaso de agua,
rogar para que acaben los monzones perseguidos por sequías.
Llorar:
para exorcizar
el alma.
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