XVII
Me
tienes, Difunto, pensando en tus manos,
mezquino,
escatimas en afectos,
por
eso, tan fácil,
enumero
los recuerdos a tu lado,
nunca
fueron tantos besos.
¿Qué
debo aprender, Difunto, con tus lecciones?
¿A
qué hora se acaban las preguntas?
¿Cuándo?
Difunto,
eres el pan y el vino:
la
sentencia y mi castigo.
XVIII
“Difunto”,
escribo, para que mi pulso no tiemble con tu nombre.
Así
te digo, para sentirte pulverizado
con
el peso, de todos, el más grande:
el
de la muerte.
¿Porqué,
Difunto, el amor no termina con un parpadeo?
Te
extraño como al aire de mi tierra, Difunto,
como
la arena que mis plantas reniegan,
como
la espuma de mar que se arremolina entre mis pasos.
—Difunto-arena,
Difunto-mar—
Difunto
mío, es inútil este intento,
esta
muerte me deja más prendada del pasado.
XIX
Cuenta
tus palabras, Difunto,
seguro
te faltarán algunas,
—míralas
con calma—,
inicia
el inventario de tu lengua, Difunto,
y
repasa ese vocabulario que usas,
—ese
tan tuyo que se resbala entre recuerdos—.
Difunto,
te huelo tan cercano,
te
pierdo por default,
y
esas palabras tuyas me las quedo
a
ver si puedes, Difunto, volver a utilizarlas
después
de este llanto mío
que
es muy tuyo.
XX
¿Qué
decirte, Difunto, después de todo,
después
de tanto?
¿Qué,
si no me escuchas?
¿o
será que te hiciste mudo?
Difunto,
quisiera tener la voz de las sirenas,
para
tenerte con embrujos
para
no ser yo quien sufra por ausencias.
Te
sé, Difunto, como la enfermedad de mis adentros,
como
la sed en medio del desierto,
como
un oasis perpetuo,
como
la cura de mis males.
¿Serás
siempre mi blanco y negro?
XXI
El
tiempo que dedico, Difunto, a escribirte,
ya
no lo lloro, ya no lo sufro
Difunto,
no es que duelas menos,
es
que me habituaste a tu destemple.
XXII
Difunto,
si rezas, eleva plegarias por mi alma.
Pide
por mi vida, por este amor que es tuyo,
pide
por olvidos, para frenar esta oquedad
que
me carcome el pecho.
Difunto,
si rezas,
enciende
una vela por nuestros besos,
otra,
por las madrugadas a tu lado,
una
más, por el hubiera que no es cierto.
XXIII
Esta
noche, Difunto,
quisiera
arrullarte entre mis pechos,
brindarte
mi calor,
a
tu abrazo, inagotable.
Esta
noche, Difunto,
quiero
rendirme,
de
vuelta, ante tus besos.
Difunto,
este odio,
a
veces, me resulta insostenible
y
el llanto, inagotable.
XXIV
Me
arde el pecho, Difunto,
por
esta dificultad cardiaca,
—acaso
amatoria—,
crónica,
que
eres tú, Difunto,
con
tus letras y tus nombres,
con
tus mentiras quizá,
con
tus amaneceres casi inocentes.
Difunto,
me arde este amor agónico,
convulsivo,
estentóreo:
me
duele, Difunto… me dueles.
XXV
Te
me notas, Difunto, en la mirada.
Mística,
me dicen unos,
silenciosa,
dicen otros;
y
una mueca que antes fue una risa,
se
queda en las comisuras de mis labios:
cansada,
contesto;
del
alma y del cuerpo, pienso.
Te
me notas, Difunto,
con
tus muchas muertes,
con
tu ausencia, con el frío,
con
mis lágrimas océanos,
con
estas, mis manos vacías.
2 comentarios:
El XXl y el XXV, y el XV de la otra entrada.
Entonces tu Difunto, el llanto y tu llorar sucede todo a la vez, añado lo mío y te abrazo.
Hermoso, Ylla, gracias.
Ío
Gracias, mi Difunto el llanto y toda yo, somos el "todojunto" que sucede en un tiempo.
También te abrazo.
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