martes, octubre 16

Creer a los 29













Comencé a creer a los 29,
una tarde calurosa
en medio de la fiebre y el llanto,
uno que no cesaba,
—que no tenía origen ni destinatario—,
pero se lloraba desde lo profundo:
fue un llanto catarata,
un llanto omnipresente,
un llanto salado,
un llanto monzón veraniego.

Creo
—desde aquella tarde—
en el viento,
en la calma,
en la dicha,
en el universo entero,
en los cocuyos,
en mí.

A mis años,
las lágrimas nunca habían sido tantas,
el aire nunca había faltado en los pulmones,
era el acumulado en tanto tiempo
en poco espacio,
porque nadie tiene lagrimales tan grandes.

Comencé a creer cuando iba en picada,
cuando esta vida y sus sacudidas tectónicas
reajustaban mi mundo musaraña.
Entonces,
mi plegaria se hizo murmullo,
ruido,
escándalo,
súplica,
voz,
tregua,
amnistía,
y surgí de mis escombros. 


2 comentarios:

Ío dijo...

Me encantó, Ylla, me atrapaste en tu llanto para luego enmudecer en tus ruinas.
Gracias, gracias.
Besos

Ío

Aída dijo...

Gracias infinitas por compartir este llanto escrito. Te abrazo.