Tú
que te buscas en cada rincón de mis palabras,
que
miras en silencio y desde lejos cada paso mío.
Tú
que te sabes latiendo entre mis muslos,
mis
labios y la vida;
que
te resignas,
que
asumes
─según
tus maneras nada empáticas─
las
consecuencias de tus actos;
tú
que fuiste canto de sirenas
en
esta navegación incierta;
tú
que remueves mi nostalgia,
mi
pasión,
que
me desarmas,
y
me quitas argumentos;
tú,
que por fin aniquilaste mis ganas
de
luchar contra corriente…
tú
que no rezas,
que
no estás,
tú
con tus temores,
con
tus diablos;
tú,
a quien
—de
tantas maneras—,
puedo
definir
a veces
quisiera preguntarte,
—indagar
en tu mutismo—,
el porqué
de tanta insuficiencia en lo que soy.
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