Y
acaso escuché una nota alta en el piano,
un
suspiro en el saxofón
una melancolía
contagiosa en los platillos.
Escuché
también una ausencia como el ruido en todos los sonidos,
un
olvido intencional para eludirnos
―eludirme―
un
reloj con su tic tac diciéndome “es tiempo”…
y
todo acaba,
―tarde o temprano―
por agotarse
por romper el sentido de toda creación y
desangrarse
como la pieza de jazz que suena:
se va perdiendo entre las personas
el escenario,
y la vida que fluye
―sin esperarnos―
sin ofrecer tregua por cada centímetro de piel que la clama;
así
nosotros,
el tú
y yo,
el sinsabernos que guardas
el nomeimporta que
pretendí
el yanoquiero
que siento ahora.
El yomelargo
que dejo flotando en unas líneas.
[Teatro de la Ciudad, D.F.; julio 28, 22:10]
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