Dejas un florero en la cocina.
Persigues el tiempo que no tienes,
los pendientes que te agobian.
Haces cosas propias de tu oficio
y lavas, planchas,
levantas la ropa sucia que tapiza el suelo,
te nublas, te cansas,
imploras un pausa.
Te miras al espejo
distingues formas agradables.
Te das cuenta, entonces,
que no eres tan fea,
ni tan vieja,
ni tan mala;
piensas que quizá un día de estos
tengas un poco de suerte,
que tu vida no es un fiasco.
Respiras,
agradeces en silencio esta tregua.
1 comentario:
Este poema es maravilloso, un hablarse bajito, frente al espejo, sólo para ti. Ante el cansancio, ante tanta hostilidad, todos necesitamos una tregua, mujer, reconciliate, eres tan bella, más quizá de los que has notado. O.S.
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